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Homenaje a Eugenio de Nora, en la montaña sagrada de los astures, la cumbre del Teleno

Jose Luis llenó de dulce música de gaita las cumbres del Teleno

 

Homenaje a Eugenio de Nora, en la montaña sagrada de los astures, la cumbre del Teleno

Desde hace 25 años, un grupo de leoneses asciende cada año a la cumbre del Teleno, montaña sagrada de los astures, donde se leen poemas y se ofrendan libros a los dioses. Este año la ofrenda fue dedicada especialmente al poeta Eugenio de Nora, del que se cumple el centenario de su nacimiento.

La ofrenda de estas peregrinaciones al Olimpo astur consiste en la quema ritual y controlada, en la cima de la montaña, de nuevas publicaciones aparecidas en los últimos meses. Mientras el humo se eleva hacia las alturas, los asistentes leen poemas dedicados en especial a Tilenus, divinidad astur del territorio.

Cada año, el último sábado de agosto se celebra esta dura ascensión, de unos cuatro kilómetros de longitud, en la que se sube de cota casi mil metros, desde la orilla del  Eria, cerca de Corporales, hasta la cima del Teleno (2.188 m.); una marcha en la que han participado cientos de personas desde su origen, hace 25 años…

En 2023, entre los libros incinerados figuraba “Eugenio de Nora, el oficio del cantor”, publicación eminentemente divulgativa sobre este extraordinario poeta leonés, editada en el centenario de su nacimiento, y promovida por la Asociación Rey Ordoño I. En el acto ritual se intercalaron poemas, canciones de gaita de José Luis Álvarez, y la aspersión sobre las llamas de vino del país.

Mientras ardía el fuego, los “peregrinos” daban lectura a estrofas cargadas de simbología, debidas al propio convocante, José Antonio Martínez Reñones : “¡Salve, Tilenus!,/ dios de los dioses de nuestros padres/ y de los padres de nuestros padres/ y de cuantos nos preceden/ hasta el alfa de los tiempos! ¡Salve, Tilenus!/ Madre mineral, la de las fértiles caderas;/corazón de sílice y negras escamas de pizarra/ con relatos de glaciares y mareas…/

Entre poema y poema, mientras el fuego consumía las páginas, se escuchaba en este espacio mágico, grandioso mirador de ruinas y leyendas, el dulce sonido de la gaita.

Finalmente, como epílogo, Tomás Álvarez, uno de los autores de la obra dedicada a Eugenio de Nora y ofrendada al fuego y a la memoria de los  dioses astures, leyó las estrofas de Recordaré primero; poema en el que Nora recuerda el paraíso leonés de su infancia, un paraíso que una y otra vez contrapondría al dolor de la España sufriente de los días posteriores de la Guerra Civil: “Recordare primero,/ lo que mis ojos vieron en la aurora…”.

Todo tuvo un aire Wagneriano es este mágico lugar, coronado por una pirámide de cuarcita cubierta de musgo –restos de algún templo a los dioses de la antigüedad- y en torno a la cual se perciben inmensos paredones, ruinas de edificaciones, de conducciones de aguas y canales… un increíble mirador desde el que la vista alcanza a percibir tierras zamoranas, gallegas, y montañas compartidas con Cantabria y Palencia…  Un mirador sagrado, que debiera ser Patrimonio Mundial de la Humanidad.

 

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